El rojo del atardecer me inquieta, pero me gusta verlo, despedir el dia envuelta en su magia.
Cuando aparece la nácar negra de la noche, para convertirse en azabache, cubriendo nuestras soledades, sumiendonos en la oscuridad, para que miremos hacia dentro, pero no con los ojos, con el corazón.
Y entonces podriamos meter la noche en el día y el día en la noche, para que todo fuera mas completo y conociéramos de verdad cuales son nuestros miedos.
Descubriendo asi su banalidad.
La noche hace más patente nuestra soledad, más grande nuestra incertidumbre y más temibles los miedos.
ResponderEliminarUna lluvia de besos al corazón
Ojalá pudiéramos jugar así con el tiempo y el espacio...
ResponderEliminarBesos, Oropéndola.